“Me gustaría que la gente que venga a esta iglesia tenga una experiencia de esperanza cristiana, de vida luminosa, de un nuevo modo de vivir nuestra humanidad. Por eso, busco crear un arte muy luminoso. Ni oscuro ni pesado, luminoso”.
M. I. RUPNIK. AUTOR DEL CONJUNTO ICONOGRÁFICO DE LA IGLESIA DE EL SALVADOR
EL ALTAR
Es cuadrado, de modo que se vea que, en el sacrificio del Hijo, las cuatro partes del mundo se nutren igualmente del amor de Dios. De frente, la cruz con la herida. La cruz es una vela inflada porque no existe la Eucaristía sin el soplo del Espíritu Santo. Además, hay tres símbolos eucarísticos en los tres lados: cinco panes, dos peces y el bastón con la serpiente de Moisés.
Las luces sobre el altar y la lámpara del Santísimo son un huevo de avestruz cortado. En las antiguas criptas se usaba el huevo de avestruz, que estaba cortado, relleno de cera y encendido. El huevo es la imagen de la resurrección. Cristo resucitado es la única luz sin ocaso y aquí está la imagen del huevo abierto y del anillo del esposo, que une la humanidad con la Luz.
EL AMBÓN
El ambón por una parte es redondo, porque recuerda la piedra que cerraba la tumba vacía del Señor, de modo que se pueda intuir el anuncio que hizo el ángel, sentado sobre la piedra, a las mujeres: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?”
Aquí se ha significado además la verdadera tumba, como eran muchos ambones hasta el siglo XII, donde se entra en la tumba, se hace el anuncio de la Palabra, porque la tumba está vacía, y se sale por la otra parte que va hacia el altar.
BAPTISTERIO
La pila bautismal tiene forma de cáliz. Abajo es un octógono, recordando las antiguas pilas bautismales, pero un octógono orgánico, no geométrico, como la vida. Evoca el “octavo día”: el domingo, que sigue al sábado, y que significa la nueva creación inaugurada con la resurrección de Cristo. Después, el anillo del esposo, que separa a la humanidad de las tinieblas y une la Esposa con la Luz. Después está la copa del cáliz porque Cristo mismo, en la respuesta a los hijos del Zebedeo, junta el cáliz y el bautismo. Cáliz como pasión, pero también como la copa de la victoria del tiempo y de la vida.
La pila de agua bendita, a la entrada del templo, tiene la misma forma, ya que, cada vez que utilizamos esta agua, recordamos nuestro bautismo.
También hay una vidriera que muestra la resurrección de Cristo. Él resurge de la muerte junto con toda la humanidad representada en Adán y Eva.
LA CRUZ
Se muestra la teología de la cruz al completo, no sólo la muerte de Cristo sino también su resurrección. Lo que acontece en la Cruz, es lo mismo que vivimos en la Eucaristía, por eso estará próxima al altar. Cristo está como dormido porque, cuando Adán dormía, Eva fue creada y, cuando Cristo estaba “dormido” en su cruz, de su herida fue creada una nueva humanidad. Pero a la vez podemos ver que se está levantando para ir al Padre.
VÍA CRUCIS
La persona se expresa sobre todo con el rostro y con las manos. Por eso allí todo está concentrado en los rostros y en las manos. Es una pintura sin materia, una pintura transparente. Los cuerpos son casi inconsistentes. ¿Por qué? Porque la consistencia somos nosotros y, cuando amamos, sentimos también los estigmas, las heridas. En el bautismo hemos recibido estigmas y, cuando se ama, se hacen sentir. Las estaciones fluyen asimétricas, como fluye la vida, que no es pura simetría.
ESCENA CENTRAL
(EL SALVADOR)
La escena central es Cristo, el Salvador (titular de la parroquia). La salvación es vivir la propia humanidad según Dios, no como esclavos sino como hijos. La realización del hombre no está fuera de Dios; y, si Dios es Padre, el hombre sólo puede realizarse como hijo. Por eso la escena principal del mosaico es Cristo resucitado en la gloria, pero siempre con su humanidad, asumiendo toda la humanidad para hacernos hijos en el Hijo.
Se resalta esa humanidad poniendo la oveja sobre sus hombros. Nunca más Cristo sin sus ovejas, nunca más Cristo sin su cuerpo, nunca más Cristo sin nosotros. La oveja mira a los ojos de Cristo, porque Cristo dijo “quien me ve a mí, ve al Padre”, como un modo de estar uno en el otro: es la vida de comunión. Esta es la clave del cristianismo, revelar poco a poco un nuevo modo de ser aquí en el mundo, en una existencia en comunión con Dios y con todos, con una especie de victoria sobre el individualismo.
MOISÉS, SALVADO POR LAS AGUAS
Como el nombre de Guadalajara evoca las piedras, el río, y el agua, “quién mejor que Moisés que fue salvado “por” (mediante) las aguas”, y que es una de las imágenes de Jesús en el Antiguo Testamento. Moisés ha salvado al pueblo de la esclavitud.
EL TEMPLO, MARÍA Y JOSÉ
Aquí vemos el templo con las ventanas muertas, apagadas, sin luz… Una escalera que sube pero que no llega al cielo. Esto significa que, con su propia perfección y sus fuerzas, el ser humano no conseguirá llegar a Dios. Por lo que Dios bajó del cielo. Ningún hombre puede hacerse Dios, pero Dios se hizo hombre.
Por eso, vemos en María otra escalera: las manos de María son como una escalera a través de la cual Dios desciende en Cristo.
San José no era el padre del cuerpo de Cristo, pero, cuidando de él, realmente consiguió formar su cuerpo. Le dio de comer, y esto es muy interesante porque, en la Eucaristía, nosotros ofrecemos nuestro pan para que se convierta en el Cuerpo de Cristo, como hizo San José con sus atenciones al cuidar de aquel niño.
Tras ellos podemos ver el templo. El velo del templo estaba cerrado. Cuando Cristo murió el velo se terminó de rasgar y los hombres pudieron entrar en la casa del Padre. La propia Vida de Cristo será nuestro camino. La Iglesia es el desarrollo de un nuevo tipo de humanidad, una nueva forma de ser.